viernes, 17 de octubre de 2008

Microdependencia

He escogido empezar hablando del transporte porque, sin duda, es uno de los temas que más debe sorprenderme (imagino que a otros peruanos les pasa lo mismo). Por ahora quiero hablar sobre el transporte público, los buses, que usamos aquí; no hay metro por si acaso, supongo que porque es una ciudad tan pequeña que no se necesita uno.

Yo vengo de una ciudad en la que el transporte público por excelencia es la combi, uno de esos carritos bajitos en los que hay que doblarse para subir o bajar. También hay las grandes en las que uno puede ir de pie, claro. Mi experiencia “combística” se reduce a Lima básicamente, he subido a algunas otras en Chiclayo y Cuzco, pero en contadas ocasiones. Tengo que añadir que también hay micros en Lima, que son estos buses grandes pero normalmente viejísimos que suelen demorar mucho más tiempo en llegar a cualquier lado (porque son viejos y porque a una combi nadie le gana, ni una luz roja ni un policía que dice “pare” con la mano).


De esta manera, viniendo yo de un lugar en que las combis pululan como abejas en panal, adaptarme a otro sistema de transporte representaba todo un reto en mi vida. Para empezar, acá no hay combis ni chiquitas ni grandes, sino solo buses… y grandes. Y para agregar, los buses tienen hora fija.




Y aquí aparece la explicación del título de este post. De un tiempo a esta parte, mi vida depende del bus. Mi casa está relativamente lejos del campus (el “relativamente” tiene que ver con el tamaño de las distancias en Lima, cosa que también resulta sumamente llamativa y de la que hablaré luego), así que religiosamente tomo bus todas las mañanas. Casi todos los días, mis clases empiezan a las 9, de manera que el último bus que puedo tomar para llegar puntual es el que pasa a las 8.28. Conclusión: como ya dije, mi vida depende del bus. Se puede ir al diablo el desayuno, el preparar mi taper para tener almuerzo ese día, el pensar bien si mi ropa combina, y hasta algún libro, pero no se me puede pasar el bus. Ya me ha pasado más de una vez, salgo hecha una loca a cruzar la calle y postergo el café para cuando llegue al campus. Si se me pasa el bus, estoy casi frita, el siguiente pasará a la media hora (o sea llegaré tarde a clase).

Por supuesto que a tres cuadras de aquí pasa otra línea que podría llevarme, pero esa tiene también su propio horario y eso haría que llegue tarde. Este ha sido uno de mis primeros desajustes, ya no soy yo la que decide a qué hora salir de casa sino es el sistema de transporte. En Lima, solo debía hacer un cálculo del tiempo que toma el recorrido, pero confiaba en que una misma línea de combi pasara cada dos, tres, cinco minutos. Y si no pasaba, había tres, cuatro líneas más que podían dejarme cerca.

Al menos, me queda la certeza de que el bus siempre pasa, a su hora, pero pasa. Claro, si es que no es muy de noche o fin de semana…

2 comentarios:

mozandcats dijo...

pucha sí, también he sufrido con eso, ahora ya no tanto porque vivo cerca, a 15 minutos caminando

lo que más extraño son los taxis que en Lima abundan y puedes tomar al toque cuando sales tarde, claro tambien odio a los taxistas, jajaa, pero se hacen extrañar aca en gringolandia

Clau dijo...

Sí, también es cierto que a veces hay que caminar un montón para tomar el bus. Ya tocará el turno de hablar de los taxis, pronto...

Me dejaron este comentario también: Sé a lo que te refieres. Lo mismo es en Suecia, todo el sistema de transporte tiene un horario fijo y me parece excelente. No crees que debería ser así también en Lima? quizás así habría más orden en el país y dé un cambio positivo a populacion. No lo crees?

Al respecto, sí creo que un horario fijo en los buses daría un mayor orden a la ciudad, al sistema de transporte y a la gente, por supuesto. De todos modos, creo que a todos les (nos) costaría adaptarnos, por ese asunto de la "hora peruana" y demás idiosincracias nuestras.